Women Coffee Farmers Build Peace, One Coffee Bean at a Time - SPANISH VERSION

Countries: 
Colombia

This article describes the experience of Colombian women in their quest for peaceful societal reconstruction in coffee plantations. This solidarity network achieved expanding their opportunities to other women, so that they can also provide a dignified life free of violence for themselves and their families

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Mujeres aportan un grano de café a la paz
 
 “Ay, ¡es un producto muy delicioso, hecho con mucho amor!” es lo que doña Fulbia dice al respecto del café que cosecha. “El café colombiano es el mejor café, ¡sabe a caramelo, sabe a fruta!” afirma doña Luz.

 
Fulbia y Luz, junto a 300 mujeres, hacen parte de las siete asociaciones de mujeres cafeteras suscritas al proyecto “Mujeres productoras de café construyen paz en tres regiones afectadas de Colombia”. Esta es una iniciativa de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad -LIMPAL Colombia, organización que promueve y defiende los derechos humanos de las mujeres, principalmente aquellas víctimas del conflicto armado, contribuyendo a la construcción de una sociedad basada en la paz, libertad, igualdad y justicia social.  


Colombia es el tercer país productor de café en el mundo y el mayor productor de Arábica Suave Lavado1 uno de los granos más apreciados a nivel mundial. Solamente en 2015 se exportaron más de 12.7 millones de sacos de grano verde de café, con 60 kg cada uno2.  El café colombiano, como el que cultivan estas mujeres, es reconocido por sus atributos: es suave, de taza limpia, acidez relativamente alta, aromático y un perfil sensorial de alta calidad.


El trabajo realizado por estas aguerridas mujeres contribuye además a construir y fomentar la paz con perspectiva de género en tres regiones cafeteras del territorio colombiano: Huila, Tolima y Caquetá.  Estas 7 asociaciones de mujeres caficultoras y sus 300 asociadas son parte de los 2.7 millones de personas que dependen directamente del cultivo del café. Es decir, 33% de la población rural colombiana, según cifras oficiales3.  Actualmente, 726 mil empleos se derivan directamente del cultivo del café, es decir 32% del empleo agrícola en Colombia.


En torno al café se forjan costumbres, creencias, gustos por los sabores y aromas y toda una tradición que, con el paso del tiempo, ha permitido visibilizar el arduo trabajo de la mujer cafetera en esta importante labor.  Ya sea por tradición familiar o por trabajo de sus parejas, estas mujeres a través de la cadena productiva del café se empoderan, reducen la violencia de género, aprenden a defender y a ejercer sus derechos como mujeres y como caficultoras.


Así lo expresa la señora Nelcy quien, con una taza caliente de café en sus manos, manos trabajadoras y con una sonrisa contagiosa expresa: “Yo quiero que todo el mundo pruebe este café, que sepan que este café es el oro de Colombia”.


Al sumarse a la iniciativa de LIMPAL Colombia, apoyada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, estas mujeres se están capacitando para certificarse en Comercio Justo (Fair Trade)5 y en producto orgánico con el sello del Departamento de Agricultura (USDA por sus siglas en inglés), fortaleciendo sus capacidades como productoras, recibiendo acompañamiento para que obtengan mejor retribución en la venta de su grano. En este proceso, ellas también están aprendiendo sobre legislación colombiana en temas de derechos de las mujeres, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres (Ley 1257 del 2008), medidas de acceso a la justicia para las víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado (Ley 1719 de 2014) y participación de las mujeres en la construcción de la paz (Resolución 1325 de 2000 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre “Mujer, paz y seguridad”).   


Así, el proyecto “Mujeres productoras de café construyen paz en tres regiones afectadas de Colombia” se convierte en una apuesta a la construcción de una paz sostenible, duradera, incluyente de las mujeres y comprehensiva a sus experiencias y necesidades, ya que mediante el empoderamiento económico de las mujeres, ellas no sólo pueden avanzar en innovar la práctica del cultivo del café, mostrando al mundo sus capacidades y su visión de futuro, abriendo camino y ampliando su participación en un sector que ha sido mayoritariamente dominado por los hombres, sino que aprenden herramientas y estrategias de prevención y denuncia de la violencia contra las mujeres.


Con esta experiencia, se lograron expandir las oportunidades de estas mujeres, de manera que puedan proveer una vida digna y libre de violencia para ellas mismas y sus familias. “Cultivando café, le pude dar educación a mis hijos y ahora que son grandes vivo de lo que gano” dice doña Nelcy en medio del orgullo de ver sus sueños hechos realidad y con la certeza de que su trabajo es recompensado. Durante el desarrollo de las diferentes actividades las mujeres cafeteras, en diferentes escenarios, mencionan su ambición de extender las oportunidades que ellas han tenido a otras mujeres campesinas. Por una parte, el cultivo del café como respuesta a nuevos escenarios de paz y por otra, la posibilidad encontrar caminos de independencia económica y empoderar su papel en estas zonas que algún día estuvieron bañadas por el conflicto.


 “Para salir adelante con mis hijos, yo incluso llegué a sembrar amapola” comentó una de ellas y continuó “(…) ahora con el café estoy más contenta porque hasta recibimos apoyos financieros y educación. (…) Ahora somos mujeres emprendedoras y podemos llegar a muchos países”.   
Se genera entonces, a través de esta intervención, una red de solidaridad entre las mujeres participantes. Muchas de ellas han sido víctimas directas o indirectas del conflicto armado o fueron incluso combatientes en el mismo en las décadas de los ochentas y noventas.  


Aún en sus fases iniciales, este proyecto por mujeres y para mujeres, ha logrado ofrecer una línea de trabajo de empoderamiento económico y en derechos, para que ellas puedan desarrollar sus proyectos de vida en libertad, aportando un grano de café a la paz.


 “Ser mujer cafetera significa ser emprendedora”, dice doña Luz. El sustento que logran con el cultivo del café les ha permitido dar hogar, estabilidad y educación a sus hijos y a ellas mismas.  


Y aunque se pueden generar más espacios participativos en estas zonas, este grupo de mujeres continúa con su proceso, creciendo y atrayendo a más mujeres. Muchas de ellas trabajando para ampliar su capacidad productiva y participar en otros aspectos de la producción, “yo quiero invertir en mi propio secadero”, menciona doña Olivia.  


Finalmente, el café colombiano es reconocido por su sabor y aroma, por el trabajo de hombres y mujeres que con amor y entrega se especializan en cada eslabón de la cadena productiva del grano. Hoy, este proyecto expone al mundo entero la capacidad de mujeres productoras, víctimas del conflicto armado de tres zonas del territorio colombiano, quienes con su trabajo y gusto por el café lograron recuperar sus vidas, tener esperanza y contribuir a la construcción de paz, empoderándose como mujeres productoras de café que defienden sus derechos.